La ID es un conjunto de características o rasgos
que representan a una persona o institución a través de un medio digital. Es
decir. La ID actúa como una carta de presentación ante todos aquellos que
utilizan, o pueden buscar, tus aportaciones en la Red.
La construcción de una ID abre la puerta a ciertas reticencias que, en la
mayor parte de los casos, tienen que ver con la sobrexposición de nuestra
privacidad y los riesgos que pueden conllevar.
Debo decir que muchas veces esos riesgos
son expresión de temores poco fundamentados. Nuestra profesión, por sus
características, nos expone habitualmente al conocimiento, y a los juicios, de un gran número
de personas. Ese grupo que nos conoce y opina sobre nosotros es mucho mayor que el número de nuestros alumnos, lo que implica, en
numerosas ocasiones, que esa exposición es indirecta, no se produce a partir de lo
que nosotros hacemos o decimos en el aula o en el trato personal con compañeros o alumnos, sino a través de interpretaciones
indirectas que circulan sobre nuestra actuación.
En nuestra práctica habitual estamos acostumbrados a una serie de roles que construimos , o que nos construyen, en el mundo real, pero tenemos que asumir que esa construcción también se produce en el mundo virtual. Basta con
hacer la búsqueda de nuestro nombre y apellidos en Google, allí nos
encontraremos desde los ISBN de nuestras publicaciones hasta algún embargo por
multas de tráfico. Pero esa es una personalidad digital involuntaria sujeta a
interpretaciones libres y, posiblemente, erróneas.
Es más, en algunos casos podemos encontrar
nuestra identidad suplantada, a veces de forma impremeditada, sencillamente por
personas con las que coincidimos en nombre y apellido. En otras ocasiones puede darse incluso una suplantación intencionada y ahí sí que existe
un peligro real.
El mundo virtual existe y, salvo catástrofe,
va a seguir existiendo por lo que nos tenemos que adaptar a él y, del mismo modo
que tenemos documentos personalizados, (DNI, Tarjeta de la Seguridad Social,
carnet de pertenencia a un club deportivo, etc.) para nuestras actividades
cotidianas “reales”, tenemos que tener algo similar para nuestras actividades
cotidianas “virtuales”.
Una vez determinado que la ID no es un peligro para
nuestra seguridad, sino que es una oportunidad de darnos a conocer al mundo a través del
Internet; tal y como nosotros queremos ser vistos y conocidos, podemos establecer otros elementos de importancia profesional relacionados con la ID.
La identidad digital del docente puede representar una guía
para su alumnado en su relación con Internet, para facilitar la convivencia
virtual y para impulsar una especial sensibilidad en relación con la vida privada.
Por otro lado, el desarrollo de la ID tiene implicaciones directas sobre el proceso de aprendizaje pues su existencia supone una apuesta por sus aspectos colaborativos tanto en la relación profesor-alumno, como en el propio proceso formativo del docente. No hay que olvidar que las RR SS, casi por definición, favorecen y potencian el intercambio de información e ideas en todos los aspectos. Dicho de otra manera, es un camino hacia esa necesidad de nuestra sociedad de desarrollar todos los mecanismos que nos permitan “aprender a aprender”.
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